lunes, 9 de noviembre de 2009
mi muro de berlín
miércoles, 4 de noviembre de 2009
el cenicero
martes, 3 de noviembre de 2009
paseo de ronda
Cargado originalmente por atxu
lunes, 2 de noviembre de 2009
de la red a la pared
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lunes, 26 de octubre de 2009
El pie
domingo, 11 de octubre de 2009
autorretrato jeroglífico

No es nabo león boina aparte pero se parece al nombre del jambeta titular de este caótico y discontínuo blog. El nombre me lo puse yo mismo antes de saber hablar así que javierchu se convirtió en atxu merced a mis incipientes palabras y a una amiga que supo aplicar la grafía de la tierra a mi alias generalizado y vituperado por ciertos educandos de escolapios con catarro permanente...
domingo, 4 de octubre de 2009
Cumpleaños de Marisa


Ayer fue el cumpleaños de Marisa y como siempre nos obsequió con una estupenda comida. Desde aquí todo mi agradecimiento y mi cariño y el deseo de que todos lo celebremos muchos años más, incluidos los franceses, griegos, canadienses y demás...a los que dedico la bandejica que se ventilaron las amigotas de la abuela y esta foto en la que está bien maja la señora
jueves, 24 de septiembre de 2009
el puntido
Cuando yo era chaval los municipales de Tafalla iban por las viejas calles tafallesas los días de lluvia abriendo los puntidos . Estos eran muy parecidos al de la foto pero tenían una argolla de la que se tiraba para abrirlos. Cuando hicieron las calles casi todos los puntidos desaparecieron aunque dejaron algunos de modo testimonial. Pero no se abren. Por eso el puntido de las cuatro esquinas tiene un charco cuando llueve que sólo se va por evaporación. Milagros de la ingeniería hidraúlica moderna. A mi los puntidos siempre me han gustado. Había uno en la calle la Morena que cuando lo levantabas salían miles de pulgas y eso de muetes pues nos entretenía sobremanera. También servían para que los mozorros de sábado noche los lanzaran cuesta el Colaino abajo rodando como quesos del Roncal. Además la palabra puntido es una palabra tafallesa por excelencia. A cualquier tafallés que se precie, presente o ausente, si le preguntas por cinco palabras tafallesas auténticas seguro que te dice puntido. Haced la prueba.
domingo, 20 de septiembre de 2009
viñaventura

El sábado pasado pasamos una mañana estupenda en las viñas que Ochoa tiene en Traibuenas merced a la invitación que Daniel hizo a los miembros del Colectivo Fotográfico. Además de las consabidas fotos, un estupendo almuerzo gestionado por Manolo y las explicaciones muy didácticas del nuestro anfitrión, fue una gozada ver las viñas en plena producción, sus distintos tipos y el moscatelico final de la vendimia virtual que hicimos. Estamos deseosos de volver a "Viñaventura II, el regreso del zarcillo colorado"
miércoles, 4 de marzo de 2009
Recuerdos con la maletica

Sabía que tenía que suceder algún día aunque yo vivía con una extraña sensación de impunidad por la que aunque me vieran, no me pasaría nada. Me explico. Hacía poco que habíamos empezado las clases en Escolapios y la media hora del recreo la dedicábamos a hacer incursiones por la huerta del colegio. A ella accedíamos por una pequeña puerta que dejaba paso a, para mí, un inmenso jardín con esos dos cipreses centenarios haciendo de inmensa portería. En septiembre mi mayor afición era el saqueo sistemático de una hermosa higuera que estaba justo detrás de la pared del frontón. También hacíamos incursiones en las conejeras que los curas tenían en un trozo de huerta que estaba prohibido. Además, con la excusa de que se nos había “anquinaú” el balón, a veces toreábamos a los cutos antes de que el hermano Antonio nos encorriera dificultado con aquellos refajos que vestía. Pues bien, aquel día mientras se organizaba un improvisado campeonatos de canicas (chiva, pie, tute y fuera) yo me adentré en la higuera. Esta era tan tupida que una vez que estabas dentro era imposible que te vieran, así que, éste quiero, éste no quiero, se me fue la noción del tiempo y no me di cuenta de la sirena que marcaba el fin del recreo. Craso error. Mientras el padre Evelio ordenaba el “firmessssssss...ar” una mano enorme me cogió por el cuello y sin mediar palabra me gané el primer bofetón estudiantil. La mano no me dejaba darme la vuelta aunque pronto descubrí quien era el autor de la colleja ya que acto seguido mis dos patillas sirvieron de asidero para que mis pies, y por ende, todo mi cuerpo, dejaran de tocar el suelo. Era el padre Juan Antonio, extraño personaje mezcla de cura joven y simpático que tenía una obsesión enfermiza por levantar a los niños tafalleses por las patillas hacia el cielo. La cagaste burlancaster ( no se si él dijo o yo pensé) y me castigó a un mes de ayudar a misa de seis y a acudir obligatoriamente al estudio voluntario. Yo creía que esto no era posible pero efectivamente sí que lo era. Además y para culminar la mañana me dio una nota cerrada en un sobre que una vez leída por mi padre sirvió para estar todo el fin de semana sin paga.
Estar sin paga era el mayor castigo que te podían poner. Por aquel entonces mi paga eran ocho pesetas y me la daban después de comer el domingo. Tres pesetas para el cine, una para una pastica de coco de la Julia, una bolsa de pipas, Arias o Facundo de la Caty y el resto algún petardico, o aquellos caramelos esquisoles tan buenos...En fin, a silbar a la vía dijo mi padre y yo lo cumplí a rajatabla. Salí de casa, pasé por el Gorriti mirando a la cartelera consciente de que esa película de Tarzán no la iba a ver, dejé a un lado la placeta de las pulgas y por el portal del río me dirigí a la estación. Allí llegué justo en el momento en que un mercancías paraba a por agua. Era algo que me encantaba el ver cómo aquel gran tubo giraba hacia el tren y un enorme chorro de agua caía. Cuando se fue pasé la tarde silbando, como mi padre había dicho, y cogiendo caracoles de debajo de las vías. También puse una ochena en la vía esperando a que el automotor la chafase. Volví a casa con la sensación de que mi futuro no iba a ser el silbido y que los higos, por lo menos los de Escolapios, estaban mejor en el árbol.
Al día siguiente en la escuela no se hablaba de otra cosa: un quinqui había sido visto en Tafalla. Las noticias eran contradictorias. Unos decían que era el mismísimo Lute. Otros que no, pero que era quinqui de verdad y que había robado a dos mujeres en la carretera de San Martín y las había atado a un árbol. El caso es que al salir de clase en lugar de ir a casa a por la merienda subí los jardines siguiendo a un hombre de mal aspecto (pantalones bombacho, cuerda de segadora por cinturón, camisa de cuadros descolorida..) el cual se me antojó podía ser el quinqui. Subió Arturo Monzón y se metió en los troncos enormes que había siete calles a la derecha. Me escondí detrás de uno de los más grandes vigilando sus movimientos hasta que me acordé que había partido en las eras. Subí la cuesta y llegué al campo. Allí dos porterías torcidas marcaban dónde había que meter los goles. Yo era del equipo de la Estación y nuestro campo, el campo de los estudiantes, era mucho mejor que el de los de las eras, pero ese día nosotros jugábamos de visitantes. El árbitro era un chaval algo mayor que nosotros que se pasaba el día oyendo discos de Luis Aguilé y de Fórmula Quinta. El caso es que ese día bien porque estaba pensando en cuando salí de Cuba o en cuéntame cómo te ha ido, nos pitó un penalti a nuestro favor inexistente y ganamos el partido. Los de las eras al acabar nos encorrieron a pedradas, árbitro incluido, hasta que alcanzamos la calle Mayor y allí las mujeres les recriminaron y nos dejaron en paz. Nuevamente llegué a casa con el sentimiento contradictorio aunque preclaro de que en el futuro no me iba a dedicar ni a policía ni a futbolista.
Al día siguiente habíamos quedado mi primo Kike y yo para ir a coger ranas a la balsa que había encima de la tejería del tío Joaquín. Cruzamos el puentico del Abaco y subimos la cuesta. En la tejería no había nadie y estuvimos un rato montados es un coche viejo que tenía allí. Nos entretuvimos dando de comer a las gallinas hasta que le vimos llegar con su carrico y su perro Toni subiendo la cuesta. Aquel día el tío había hecho un trato con San Antonio y le había comprado dos burricos casi iguales. Le pedimos que nos los dejara montar y aunque parezca mentira nos dijo que sí. Los sacamos al camino viejo del cementerio y allí estuvimos cuán hipódromo de la zarzuela haciendo carreras de burros. Cuando el tío mediaoreja nos dijo que ya valía nos despedimos y subimos a la chumica de la champiñonera. Allí mi hermano Eduardo siempre decía que había habido una antigua mina de azufre y efectivamente allí estaban las vagonetas y los carriles de hierro. Encontramos una piedra amarilla y la metimos en una lata de caldo del Coci vacia y le prendimos fuego. El olor era nauseabundo y nos largamos corriendo. Después nos colamos en los túneles de la champiñonera pero cundo ya no se veía nada y en mi imaginación empezaba a ver todos esos esqueletos colgados del techo decidimos bajar otra vez al pueblo. Nos fuimos a la calle del Lavadero a tirarnos en los montones de grano que había donde aquel gran letrero de chocolates La Gloria que a mi siempre me parecía que podía ser la antesala del paraíso. Aquella noche Marisa nos hizo un bocadillo de dulce de membrillo recién hecho y nos dejó meter el dedo en la jalea real. Acabamos el día jugando a la cadena y al churro media maga manga entera en la plaza.
domingo, 22 de febrero de 2009
viernes, 20 de febrero de 2009
miércoles, 4 de febrero de 2009
un instante para la reconciliación
Nunca me ha gustado este edificio y nunca me gustará. Por eso cuando me encontré delante de él antes del amanecer en cierto modo me guiñó el ojo y se dejó hacer lo que en 70 años no había hecho. Mostrarse bello y apacible, sin altivez, sin chulería. Por ello le hecho ese retrato bello para que las dos partes, esas dos partes eterna e irreconciliablemente separadas por la frontera de la incomprensión, se unan de una vez y la nitidez de sus conciencias tengan un instante de abrazo continuado y fraterno. En un momento, el frío, que en ese momento caía sobre Pamplona cesó un instante, sólo un instante...
jueves, 29 de enero de 2009
música para unir
Playing For Change: Song Around the World | Stand By Me from Concord Music Group on Vimeo.
A lo mejor sí que hay que fiarse
http://www.elcaserio.es/html/CASERIOabuelos.mpg
miércoles, 28 de enero de 2009
Del caserío no sé si me fío
Este edificio siempre ha estado aquí al final de la horrenda calle Panueva (a quién se le ocurre hacer una calle con las traseras de todas las casas, sin portales)y ha puesto cierto espíritu estético a la entrada norte de Tafalla. Desde niño me ha llamado la atención su estética de caserío del norte en plena zona media. Me imaginaba que me colaba en la fábrica y me daban un montón de caramelos. También me gustaba el olorcillo a caramelo cuando pasaba con mi carpetica camino del Instituto. Me llamó mucho la atención cuando en su campaña de publicidad salia en la tele nacional anunciando el caserío de Tafalla. Mi hermano Eduardo compra indefectiblemente cada vez que viene unos cuantos kilos a la Chuchi, en la única tienda que hay en Tafalla con mesa camilla. Pues bien, ayer, mientras iba a tirar unas fotillos a la presa Rekarte me encontré que la pala estaba tirando el edificio. Se acabó un símbolo de la infancia aunque los caramelos se siguen fabricando en el polígono industrial en una fábrica que también tiene la estética de caserío, así que no dejeis de pagar el seguro del dentista y a Eduardo decirle que todavía nos queda la mesa camilla en la calle del lavadero (perdón, Martínez de Espronceda,Don Miguel).
miércoles, 21 de enero de 2009
mi otra opacidad
Podría ser un cuadro impresionista francés colgado en Orsay o una de las fotos de cuarto milenio, podría quizás ser un ejercicio de clase de photoshop de superposición de capas o degradados, pero nada de esto es. Nosotros los humanos vamos por la vida con un cien por cien de opacidad pero realmente no somos así. A veces desaparecemos o nos volvemos inperceptibles. Quizás sólo en un segundo volamos a miles de kilómetros y volvemos en el segundo siguiente con una idea preclara, con la base de ujn proyecto redactado de pe a pa. Quizás algunos de mis amigos foteros hayan tenido la tentación de ponerse delante de la cámara cuando perjeñan su trípode y su filtro reductor y esperan a que el obturador termine la faena. Pues bien. Mi paciencia no es infinita y quise el otro día celebrar el nuevo manfrotto con mi reducción natural de opacidad y este es el resultado.El cuadro lo pintó mi tío Pedro Ayerra hace muchísimos años, un genio del arte y de la vida.
sábado, 10 de enero de 2009
AITOR Y LA FELICIDAD COMPLETA

Supongo que es imposible describir la felicidad completa. Ausencia de frío, de hambre, de preocupaciones…sin nada que nos moleste, con todo el tiempo para nosotros y haciendo lo que nos dé la gana o no haciendo nada, lo que se dice nada de nada. Pues bien, pensando en estas cosas he recordado una foto que hice a Aitor cuando era pequeño. El sofá sólo para él, todos sus muñecos, sus balones, su toalla favorita, la Game Boy sin que su hermano se la quite y viendo en la tele sus dibujos favoritos. Su cara lo dice todo. ¿Se puede pedir mayor felicidad? Imposible, lo titularé AITOR Y LA FELICIDAD COMPLETA. Y trabajaré por conseguir al menos un minuto de esa felicidad para mí y los míos.
sábado, 3 de enero de 2009
la historia se repite
martes, 23 de diciembre de 2008
MI CUENTO DE NAVIDAD
CUENTO NAVIDEÑO VALDORBÉS, CON EUSKERA Y MISOGINIA.
Ya estaba hasta el moño de esta bruja entrometida y metete que estaba todo el día tocándole la zarabandilla. A mi ya no me toca otro día la moral dijo, en el preciso momento en que pisó sin darse cuenta sus refajos de monje, tropezó con ellos y cayó de bruces sobre el mayor charco del patio de la abadía. Iracundo, embarrado y torpe llegó hasta su celda, se desnudó, se lavó la cara en la jofaina y de mala gana desenvolvió el paquete que su hermana le había mandado en verano desde Tafalla. Un jubón de aspillera, unas calzas coloradas y una camisa de un color blanco, color que desde hacía años sólo veía en el mantel del altar de la iglesia. Bueno, también en la nieve que desde hacía dos día había empezado a caer en Guetadar. Se asomó al ventanuco de su celda y vio a esa meretriz acarreando las vacas camino de Julio, el pueblo de al lado. Era la mujer del vecino.
Hacía tres días que el abad había tenido que partir hacia Amatriain ya que su madre estaba a punto de morir y le habían solicitado los últimos sacramentos. El abad era de la estirpe de los Bariain, procedente de Lerga pero instalados con casa palacio y torre medieval en Amatriain. Se vistió y se dirigió a la cocina de la abadía. Percibió el silencio, ese inaguantable silencio de las tarde de diciembre. Sólo sus pasos delatores de cojera contumaz e irreversible se oían sobre la tarima del corredor.
Pero algo llamó su atención. -qué extraño- pensó, siempre que el abad se ausenta cierra con llave puerta de la biblioteca. En esos tres días desde que se fue no había reparado en que estaba abierta. Un impulso le hizo volverse para cerrarla pero otro más fuerte le obligó a entrar. El despacho del abad, la biblioteca, como a don Antonio le gustaba que llamasen a aquella pieza fría y oscura, tenía hoy una claridad especial.Encima de la mesa vio un cuadernillo de pergamino de los que hacía el abad cuando le llegaba el paquete desde Pamplona. No había nada escrito en él. Sin pensarlo demasiado se sentó en el sillón, cogió la pluma y comenzó a escribir. Fue un movimiento reflejo ya que no escribía desde sus tiempos de lego en Tafalla donde aprendió sus primeros y casi únicos latines en la casa de
Sermón burlesco
Per signum garabatos,
me atiendan hasta los gatos
líbranos de toda ira,
aún reviente quién me mira,
a los que oyendo mis sermones,
estén de palos les den,
pecatóribus amén.
vultis errevultis,
calavera en vultis,
zurripi zurrapa,
mocordo aundia zure zat,
son palabras de aquel penitente
gordiano,
que se hizo gordo,
comiendo bien en el verano.
Dice que el estentino vacio,
no está lleno..
Dice el texto de mi tema,
que el mundo está lleno de postema,
¿quién es esa postema?
quién ha de ser sino la mujer,
¡ah! pícara cochina mala hilandera,
mucho temo que irás al infierno,
quieres ir al cielo,
tan derecho como el cuerno de un carnero,
no tenéis vos calzas coloradas,
no tenéis vos calzas como yo.
Se detuvo un momento pensando en las consecuencias de lo que estaba haciendo. Al abad no le va a gustar nada que usase uno de sus cuadernillos de pergamino y menos, ahora se había dado cuenta, en el que por la parte de atrás tenía apuntadas las pláticas predicadas ese mes. Quizás había cosido este cuadernillo para escribir el sermón de la misa del gallo, o las letanías de adviento y ahora él, pobre sacristán, estaba escribiendo impertinencias soeces que tendría que confesar en sagrado ante el propio abad. Mierda, mierda, pensó para sí. Quién le manda a la madre del abad ponerse enferma para que el propio diablo le tiente. Desconcertado releyó lo escrito y se dio cuenta de las palabras escritas en vascuence. “Mocordo aundia zure zat” Sí señor y para la vecina también.
De pronto una campana sonó en la torre de la iglesia y le hizo volver a la realidad. Observó la biblioteca del abad y reparó en un pequeño grabado del Cristo de Catalain que nunca había visto. Recordó igualmente que muy pronto sería la navidad y que a él era la época que más le gustaba. Tomó nuevamente la pluma y comenzó a escribir.
De la nochebuena
¿qué traes muchacho?
¿qué traes zagal?
cuajadas muy ricas
las del mayoral
¡qué gusto tan bueno!
qué hermoso cordial
qué ricas cuajadas
las del mayoral.
Dan dan dan
¿qué es esto que tocan?
¿qué ha de ser? alzar
todos los trabajos
para el sacristán
asperge, hisopo, bonete y cirial
que ha parido una Virgen
vistan traigan luego una cuna
que sus carnes no tienen ropa
ninguna
notar notar que ésta es la
nata
para el mayoral
Yo soy un sacristán cojo
que con mi pata galana
he de salir al portal a la corta
o a la larga
Emen dago Dn Juan Antonio
bere casgañetegui
sarri volatuco zaigu
coruan gañetic FIN
Los cascos de un caballo sonaron por el camino de Leoz. Estaba anocheciendo y al parecer el abad regresaba. También se oyeron las vacas de la maldita volver a la cuadra. Rápidamente secó la pluma, cerro el tintero y cogiendo el cuadernillo abandonó la estancia camino de la cocina. En su precipitación los versos cayeron al suelo y es aquí donde el abad los encontró nada más subir las escaleras. Los tomó en sus manos, encendió el candil que había sobre la mesa de la biblioteca y leyó aquel sermón burlesco y aquellos versos navideños que el sacristán acababa de escribir. Santiguándose tres veces se arrodilló ante el grabado del cristo de Cataláin, rezó un responso y sonrió.
Aquella noche, cuando el abad ofició la misa, un pequeño cuadernillo asomaba en el misal. El sacristán al verlo buscó y rebuscó en su jubón de aspillera pero nada encontró. Dio un respingo y haciendo una reverencia al abad abandonó cojeando la misa ante el estupor de los presentes. Jamás se le volvió a ver. Algunos dicen que en los montes de
ATXU AYERRA.
NOTA DEL AUTOR: Este cuentico valdorbés tiene parte de verdad y parte de mentira. Lo real es efectivamente el texto del sermón burlesco y del cuento de navidad que gratamente encontré en un cuadernillo entre viejos libros procedentes de Amatriain, algunos de los cuales pertenecieron a principios del siglo XIX a Antonio Bariain, Abad de Guetadar, Julio y Usumbeltz. El texto lo he reproducido con ayuda de Concha Gárriz y lo envío para que estudiosos más doctos que yo puedan darle mejor sentido. La curiosidad de las palabras en euskera intercaladas en el mismo, el uso de latines y la misoginia que desprende en algunos momentos creo que merecen la pena ser publicados como parte de la realidad sociolingüística de
jueves, 4 de diciembre de 2008
domingo, 30 de noviembre de 2008
otro concurso
sábado, 29 de noviembre de 2008
mi otra sombra
lunes, 24 de noviembre de 2008
mi sombra
martes, 18 de noviembre de 2008
PREMIO LECEA A LA MEJOR COLECCIÓN
lunes, 20 de octubre de 2008
mis fotos en flickr
sábado, 18 de octubre de 2008
Enlace a mis fotos de flickr
pincha aquí para ver la presentación de mis fotos
sábado, 11 de octubre de 2008
EXTRAÑO BODEGÓN
lunes, 6 de octubre de 2008
Mis acelgas de colores
domingo, 5 de octubre de 2008
GUARDAR
GUARDAR
Guardar es una palabra importante. O casi mejor, lo que es importante es la acción de guardar. Para guardar se deben dar una serie de condicionantes que no todo el mundo puede cumplir. En primer lugar, para guardar hay que tener sitio. Parece una obviedad pero no lo es. El tener sitio que apareja la acción de guardar es algo de lo que hay que ser muy consciente. Mucha gente hace lo contrario de guardar, es decir no guardar, tirar, abandonar porque no tiene sitio. Hemos ido creando una sociedad en la que alguien ha decidido que una familia media, con unos ingresos medios tiene que vivir en un piso de 75 metros cuadrados, quizás 90 y a lo sumo un trastero de cuatro metros cuadrados. Todo ello en el mejor de los casos. Y así es imposible guardar. Porque las cosas tienen volumen y nunca se puede ir contra las leyes de la física. Si no cabe no lo quieras meter porque fracasarás en el intento.
El hecho de guardar también lleva aparejado el que lo que guardes sirva para algo. Parece también evidente pero no lo es tanto. Hay cosas que se guardan que no funcionan, ni falta que hace. Hay cosas que se guardan rotas, incompletas, a veces sucias, pero que el que las guarda tiene un motivo. A veces sentimental, otras familiar, otras incluso cultural. Pero a mi me gustaría añadir otro, mucho más intangible pero seguro que más fuerte: guardar por el mero disfrute de poseer lo guardado. El placer de tener, de conservar, de rescatar la cosa guardada y ser pleno dominador de su destino.
Guardar a veces se puede convertir en enfermizo. Otras veces la enfermedad la padecen los que no guardan nada. Tirar todo lo que no tiene una utilidad inmediata o lo que no responde a los cánones de la moda de la más rabiosa actualidad. Esos muebles antiguos que se fueron a camiones al desguace en los años 60 y 70 para sustituirlos por esos otros de formica con patas salientes en las que siempre te tropezabas y que irremediablemente se rompían. Esos aperos de labranza del abuelo que molestan porque el nieto tiene que meter el coche en la bajera. Esos libros viejos que aparecen en los contenedores de obras, las fotos de comunión en las que nadie conoce a nadie... Así han ido al vertedero verdaderas joyas de nuestra etnografía, cabezales, arados romanos, comportas y cubas, tinajas centenarias... También han desaparecido muebles de madera macizos y robustos, cafeteras primorosas, cientos de negativos de cristal, aparatos de radio...
Hay cosas que se guardan y no ocupan sitio. Algunos lo llaman tradición. Hacer lo que siempre tus mayores han hecho, mantener la forma de hacer las cosas con pulcritud y emoción. Acudir a la despedida de la virgen como lo hacías con tu padre, a la salve, al San Francisco detrás de la portería de siempre. Mantener las semillas tradicionales, del tomate de aquí, de toda la vida, la que tu padre ponía en el semillero de Congosto, hacer el menú de siempre (ensaladilla rusa, merluza albardada y leche frita), los chandríos y los polvorones, las pasticas de coco o el bizcocho de natas con crema de café, todo al txínguili como Marisa...
Guardar también significa respeto. Respeto a la persona que antes que tú ha pensado que el hecho de guardar valía la pena y que también ha pensado que el que va a guardar después que él, va a tener respeto por el que le precedió. A mi me gusta pensar que el que ha guardado antes que yo lo ha hecho por el placer de poseer lo guardado. Y que ha pensado un poco en mi, que he guardado su pequeño tesoro.
El que guarda a menudo es criticado. En esta sociedad de consumo desmedido, las cosas tienen que fluir, desaparecer casi inmediatamente después de aparecer, para volver a comprar lo que inmediatamente tiene de nuevo que desaparecer. Y el que guarda parece que interrumpe el proceso y que por ello va en contra de la sociedad, de lo socialmente correcto. Yo me confieso guardador y me gusta que me critiquen. Basurillas, trapero, chamarilero, desguaces...Prefiero un desván abandonado y polvoriento a las mejores entradas para la final de la copa de Europa. Prefiero la emoción de abrir una caja y descubrir lo que alguien ha guardado hace años consciente o inconscientemente para que yo, o alguien como yo, se emocione al abrirla.
Guardar también es una acción de ciudadanía. Rescatar un pedazo de historia de los hombres y mujeres que nos precedieron, de mantener instrumentos e ideas plasmadas en los más diversos materiales, en los más disparatados artefactos. Son pequeñas obras de arte o sencillamente como José Ulibarrena denomina “magistrales obras vecinales etnológicas”, hechas con intelecto, talante, talento, prestigio y profesionalidad.
En fin, guardar para conservar, para disfrutar, para respetar y que te respeten, para no perder tu sentido, de dónde vienes y a dónde quieres llegar, guardar para ocupar las estanterías de la memoria, para compartir la savia desde la raíz, para ti, que querías guardar y te obligaban a tirar. Y porqué no, para acumular el polvo que cristalice en los estratos de la sabiduría humana.
En Tafalla, como el cuto. Todo bueno. Un abrazo a los amigos del cuto.
ATXU AYERRA
