martes, 22 de octubre de 2013

La remolacha no tiene quien le escriba

Se acabaron las cartas, y los días de visita. Ya nadie se acuerda de el aunque todos le nombran. La esperanza se tiñe del lodo imperceptible y certero que todo lo cubre. La risa se convierte en mueca, la mueca en soledad. Ya nadie le escribe porque nadie le recuerda. Tan solo el testimonio colectivo, que todos desdeñan por insistente permanece marcado a fuego en la retina de los pueblos. No quiero ni pensar qué hubiera sido de toda esa energía que se equivocó de polo. De esos magnetismos mal entendidos, fraticidas y bucaneros que se resistieron y aun se resisten a cambiar la polaridad. Orate frates, orate, por la remolacha que no tiene quien le escriba y que está a punto de sucumbir por el scotch brite de mi tuzuda realidad.

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