Cuando César Vallejo escribió "al fin de la batalla, y muerto el combatiente..." en una parte del poema exclamó "tanto amor y no poder nada contra la muerte". Al final, la masa pudo con ella y el combatiente emocionado se incorporó, abrazó al primer hombre y echó a andar. Quizás es que el cadáver literario no estaba bien muerto o quizás ese día al operario de la barredora se le habían pegado las sábanas. Ayer, un niño chino dado por muerto se echó a llorar cuando lo iban a incinerar. Tuvo, como el combatiente, una segunda oportunidad. No así el médico y la enfermera a los que echaron del hospital. C'est la vie.
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