viernes, 7 de febrero de 2014

Los botones de Aspilche

Los botones de Aspilche by atxu
Los botones de Aspilche, a photo by atxu on Flickr.

LOS BOTONES DE ASPILCHE
Cincuenta años en la caja esperando a que alguien se fijase en ellos. Habían nacido para simples botones de camisa. Eran de plástico blanco pero con el tiempo fueron perdiendo su brillo inicial. El roce dentro de la caja les había marcado con unas estrías que les avergonzaban sobremanera. A alguno de ellos la falta de aseo les había provocado unos cercos negros en el borde de sus cuatro agujeros. Desde que salieron de la maleta del viajante aquella radiante mañana de primavera, tan sólo cuando Aspilche reordenaba la estantería de la tienda o Nicolás o la Rosarito hacían su particular inventario, su caja cambiaba de ubicación. Era entonces cuando despertaban de su letárgico almacenaje dentro de aquella caja rotulada como “Art.8012. Lins.18. Col. Blanco/C Gr 2”. Soñaban con ser adquiridos por Sastrería Tamol, o por la de Berruezo, o por alguna costurera tafallesa para acabar en la camisa de algún novio guapo el día de la boda, o en la blusa de una chavala bailando en la Güesera. Nada de eso pasó. En la mercería vieron vender cientos de txapelas negras, un montón de maletas, puntillas, cinturones de todos los estilos y miles y miles de carretes de hilo de colores. Lanas, tijeras y dedales salían a la Plaza de Navarra con destino a las casas tafallesas y ellos se quedaban allí, en la caja 8012 cumpliendo su destino, tan claro como inútil.
Un día una señora entró en la tienda para devolver unas agujas y éstas les contaron lo que había visto fuera. Les dijeron que habían hecho una casa de ochenta pisos y unas piscinas con un frontón enorme junto al pozo redondo. También que la casa de la Higuera, y la de Astrain, y hasta la de las Rejas habían sido derribadas aunque ésta la habían vuelto a construir con las mismas rejas y el escudo original. Les contó que la gente en fiestas ya no comía melón por las mañanas y que la tienda de Subiés era ahora una papelería. Que en el huerto Barrunta se habían hecho casas y que las Recoletas se habían marchado del pueblo. Les dijeron también que cada día había menos tiendas, que habían abierto tres supermercados enormes, tiendas de chinos y una pizzería.
Los botones no daban crédito a toda esta información y menos aun cuando les contaron que bajando la cuesta San Gregorio habían hecho una fábrica de bloques de coches en donde trabajaban casi mil personas. También que algunos agricultores regaban los campos por ordenador, y que cualquiera podía hablar con su hija en Australia gratis y viéndole la cara. Tampoco se creyeron que los cirujanos operaban sin rajar la barriga y que la gente en fiestas casi ya no se ponía alpargatas ni faja colorada.
Era finales de verano de 2013 cuando notaron un trajín distinto al habitual. “Liquidación por cierre” se podía leer en el escaparate. La gente entraba y compraba cosas a mitad precio. Esperanzados se mantuvieron alerta. Quizás alguien necesitase botones de camisa blancos. Volvieron a tener esperanza, pero no. Nadie les hizo caso. Tan solo un hombre que entró en la tienda con una extraña máquina de fotos. Estuvo hablando largo tiempo con la Rosarito, de la tienda, de cuando Aspilche se la traspasó a su padre, de cuando éste regaba las plantas de los porches. Se situó en las esquinas de la tienda con el trípode fotografiando las maletas, las estanterías de madera, y los expositores de hilos. Fue entonces cuando de repente la caja se empezó a mover y se vieron de la noche a la mañana en casa del fotógrafo. Fue éste el que les explicó que le gustaban las cosas antiguas, y que por eso la Rosarito le había regalado la caja de botones. Les dijo que quería hacerles una foto en la que salieran retratados como testimonio de otra época. Ellos se pusieron muy contentos. Al fin alguien les valoraba. Así que se quedaron muy quietos durante la sesión fotográfica mirando con resignación a ese botón rojo intruso que el fotógrafo les había colocado encima. La foto salió perfecta. El objetivo macro y el trípode cumplieron con su función. Después, el fotógrafo los volvió a meter en la caja 8012 pensando en qué hacer con una caja de botones pasados de moda. -Mandaré la foto a la revista del Cuto, para que paséis a la posteridad, como los Pajes- les dijo. Y aquí está.
Nota de Atxu: Este cuento ha sido publicado en la revista Tilín-Tilón que publica la Orden del Cuto Divino.
La Mercería de Aspilche cerró el pasado año después de más de un siglo de vida en la Plaza de Tafalla.
Todo lo relatado es verdad.
La foto en la Revista está cortada. Aquí os pongo la foto completa.

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