miércoles, 4 de marzo de 2009

Recuerdos con la maletica


Sabía que tenía que suceder algún día aunque yo vivía con una extraña sensación de impunidad por la que aunque me vieran, no me pasaría nada. Me explico. Hacía poco que habíamos empezado las clases en Escolapios y la media hora del recreo la dedicábamos a hacer incursiones por la huerta del colegio. A ella accedíamos por una pequeña puerta que dejaba paso a, para mí, un inmenso jardín con esos dos cipreses centenarios haciendo de inmensa portería. En septiembre mi mayor afición era el saqueo sistemático de una hermosa higuera que estaba justo detrás de la pared del frontón. También hacíamos incursiones en las conejeras que los curas tenían en un trozo de huerta que estaba prohibido. Además, con la excusa de que se nos había “anquinaú” el balón, a veces toreábamos a los cutos antes de que el hermano Antonio nos encorriera dificultado con aquellos refajos que vestía. Pues bien, aquel día mientras se organizaba un improvisado campeonatos de canicas (chiva, pie, tute y fuera) yo me adentré en la higuera. Esta era tan tupida que una vez que estabas dentro era imposible que te vieran, así que, éste quiero, éste no quiero, se me fue la noción del tiempo y no me di cuenta de la sirena que marcaba el fin del recreo. Craso error. Mientras el padre Evelio ordenaba el “firmessssssss...ar” una mano enorme me cogió por el cuello y sin mediar palabra me gané el primer bofetón estudiantil. La mano no me dejaba darme la vuelta aunque pronto descubrí quien era el autor de la colleja ya que acto seguido mis dos patillas sirvieron de asidero para que mis pies, y por ende, todo mi cuerpo, dejaran de tocar el suelo. Era el padre Juan Antonio, extraño personaje mezcla de cura joven y simpático que tenía una obsesión enfermiza por levantar a los niños tafalleses por las patillas hacia el cielo. La cagaste burlancaster ( no se si él dijo o yo pensé) y me castigó a un mes de ayudar a misa de seis y a acudir obligatoriamente al estudio voluntario. Yo creía que esto no era posible pero efectivamente sí que lo era. Además y para culminar la mañana me dio una nota cerrada en un sobre que una vez leída por mi padre sirvió para estar todo el fin de semana sin paga.
Estar sin paga era el mayor castigo que te podían poner. Por aquel entonces mi paga eran ocho pesetas y me la daban después de comer el domingo. Tres pesetas para el cine, una para una pastica de coco de la Julia, una bolsa de pipas, Arias o Facundo de la Caty y el resto algún petardico, o aquellos caramelos esquisoles tan buenos...En fin, a silbar a la vía dijo mi padre y yo lo cumplí a rajatabla. Salí de casa, pasé por el Gorriti mirando a la cartelera consciente de que esa película de Tarzán no la iba a ver, dejé a un lado la placeta de las pulgas y por el portal del río me dirigí a la estación. Allí llegué justo en el momento en que un mercancías paraba a por agua. Era algo que me encantaba el ver cómo aquel gran tubo giraba hacia el tren y un enorme chorro de agua caía. Cuando se fue pasé la tarde silbando, como mi padre había dicho, y cogiendo caracoles de debajo de las vías. También puse una ochena en la vía esperando a que el automotor la chafase. Volví a casa con la sensación de que mi futuro no iba a ser el silbido y que los higos, por lo menos los de Escolapios, estaban mejor en el árbol.
Al día siguiente en la escuela no se hablaba de otra cosa: un quinqui había sido visto en Tafalla. Las noticias eran contradictorias. Unos decían que era el mismísimo Lute. Otros que no, pero que era quinqui de verdad y que había robado a dos mujeres en la carretera de San Martín y las había atado a un árbol. El caso es que al salir de clase en lugar de ir a casa a por la merienda subí los jardines siguiendo a un hombre de mal aspecto (pantalones bombacho, cuerda de segadora por cinturón, camisa de cuadros descolorida..) el cual se me antojó podía ser el quinqui. Subió Arturo Monzón y se metió en los troncos enormes que había siete calles a la derecha. Me escondí detrás de uno de los más grandes vigilando sus movimientos hasta que me acordé que había partido en las eras. Subí la cuesta y llegué al campo. Allí dos porterías torcidas marcaban dónde había que meter los goles. Yo era del equipo de la Estación y nuestro campo, el campo de los estudiantes, era mucho mejor que el de los de las eras, pero ese día nosotros jugábamos de visitantes. El árbitro era un chaval algo mayor que nosotros que se pasaba el día oyendo discos de Luis Aguilé y de Fórmula Quinta. El caso es que ese día bien porque estaba pensando en cuando salí de Cuba o en cuéntame cómo te ha ido, nos pitó un penalti a nuestro favor inexistente y ganamos el partido. Los de las eras al acabar nos encorrieron a pedradas, árbitro incluido, hasta que alcanzamos la calle Mayor y allí las mujeres les recriminaron y nos dejaron en paz. Nuevamente llegué a casa con el sentimiento contradictorio aunque preclaro de que en el futuro no me iba a dedicar ni a policía ni a futbolista.
Al día siguiente habíamos quedado mi primo Kike y yo para ir a coger ranas a la balsa que había encima de la tejería del tío Joaquín. Cruzamos el puentico del Abaco y subimos la cuesta. En la tejería no había nadie y estuvimos un rato montados es un coche viejo que tenía allí. Nos entretuvimos dando de comer a las gallinas hasta que le vimos llegar con su carrico y su perro Toni subiendo la cuesta. Aquel día el tío había hecho un trato con San Antonio y le había comprado dos burricos casi iguales. Le pedimos que nos los dejara montar y aunque parezca mentira nos dijo que sí. Los sacamos al camino viejo del cementerio y allí estuvimos cuán hipódromo de la zarzuela haciendo carreras de burros. Cuando el tío mediaoreja nos dijo que ya valía nos despedimos y subimos a la chumica de la champiñonera. Allí mi hermano Eduardo siempre decía que había habido una antigua mina de azufre y efectivamente allí estaban las vagonetas y los carriles de hierro. Encontramos una piedra amarilla y la metimos en una lata de caldo del Coci vacia y le prendimos fuego. El olor era nauseabundo y nos largamos corriendo. Después nos colamos en los túneles de la champiñonera pero cundo ya no se veía nada y en mi imaginación empezaba a ver todos esos esqueletos colgados del techo decidimos bajar otra vez al pueblo. Nos fuimos a la calle del Lavadero a tirarnos en los montones de grano que había donde aquel gran letrero de chocolates La Gloria que a mi siempre me parecía que podía ser la antesala del paraíso. Aquella noche Marisa nos hizo un bocadillo de dulce de membrillo recién hecho y nos dejó meter el dedo en la jalea real. Acabamos el día jugando a la cadena y al churro media maga manga entera en la plaza.

6 comentarios:

Elisa dijo...

Esta familia (yo incluída) sólo piensa en comer ;-)

Carlos dijo...

Nostálgicas aventuras.
En la foto todavía no tenías cara pillo. ;-)
Salud2

Emilio Latorre Zubiri dijo...

La "batica" de Escolapios. En Tolosa llevábamos la misma.

Marisa Alfaro dijo...

Nunca es tarde para enterarse de las diabluras de sus retoños.Justificadisima la preocupacion de la madre que no vive cuando los hijos empiezan a volar.Otra tranquilidad es, cuando ya peinan canas.Lo malo es que una es ya más vieja que Caracuca.

Herri dijo...

No me resisto a dejarte un comentario; probablemente por aquel entonces me parecerías un "mocoso" pero el paso del tiempo nos iguala y leyéndote parecería que yo mismo podría ser "el de la maletica".
Y no exageres con el tío Perico, que siempre se prestaba a dejarnos los burros, sobre todo si eran los que les guardaba a unos gitanos ;)
Y aunque hoy suene un poco políticamente incorrecto, no has contado la cantidad de gorriones que se cazaban en aquel huerto (pregúntale a Jesús o a Iñaqui)
Y tu, Marisa, tranquila, ya ves que te han salido unos hijos ejemplares.

Paco Sada dijo...

Hola Atxu... he visto por pura casualidad tu blog buscando otras cosas... yo también estudié en Escolapios de Tafalla, pero sólo hast los 11 años que nos vinimos a vivir a Pamplona...
Pues nada tan sólo aprovecho para saludarte y decirte que he puesto un enlace a tu blog desde el mio (si tienes algún inconveniente me lo dices...) mi blog es: http://pacosadafotos.blogspot.com/

Un saludo... Paco

PD es un blog con pocas palabras... tiene mas bien vocación de web... aun que bien mirado si cada foto son 1000 palabras... entonces tiene muchas...